No hay dudas que la inflación será el tema político del año. Un gobierno que ha desertado de su indelegable responsabilidad de proveer la coordinación de las expectativas económicas -el ejemplo más primario es la aberrante falsificación de las estadísticas públicas- y cuya única definición implícita de política económica es subordinar las políticas monetaria y fiscal a la maximización del nivel de actividad de corto plazo, está virtualmente a la deriva frente a las consecuencias de una puja distributiva excitada por una inflación de alimentos creciendo casi al 40% anual. No por nada ya se ha vuelto a hablar de mercado paralelo, etc.
Más allá de las reconocidas diferencias del actual proceso inflacionario con los vividos en el pasado, derivadas de la inédita oferta excedente de dólares que provee nuestra Santa Madre Soja, quienes tenemos un rodaje superior a las seis décadas hemos vivido ya suficientes experiencias del tipo:
"Y..., de qué te sorprendés. Era evidente que esto fatalmente iba a terminar así..........."
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