"EN TIEMPOS DE ENGAÑO GENERALIZADO, DECIR LA VERDAD ES UN ACTO REVOLUCIONARIO"

George Orwell

10 de noviembre de 2010

PRESUPUESTO 2011


CONDENA A LA INDIGNIDAD

A raiz de la discusión del Presupuesto 2011 en la Cámara de Diputados, vuelve a cobrar actualidad la consideración de la prioridad que asigna el oficialismo al gasto previsional. 
Los actos de gobierno, tal como ocurre con las palabras, constituyen una expresión manifiesta de una intención latente. En el caso del veto presidencial a la ley que dispuso establecer un piso al valor de la prestación jubilatoria, atándolo al nivel del salario mínimo, el gobierno enfrenta un típico problema de asignación de fondos públicos, que muestra con demoledora elocuencia, cual es su escala de prioridades en la aplicación de los recursos que los ciudadanos le confiamos para la administración del Estado.
La decisión adoptada por el Poder Ejecutivo, más allá de desconocer la competencia del Legislativo en materia presupuestaria, nos está señalando que no está dispuesto a conceder ningún ajuste en la asignación de los recursos fiscales, que permita hacer frente a la nueva erogación. Para expresarlo más claramente, que la mejora de los haberes jubilatorios mínimos, es un objetivo de política de inferior jerarquía que los subsidios a las tarifas, que por un monto equivalente al que demandaría cumplir con la ley vetada, benefician a sectores sociales de condición indiscutiblemente menos comprometida que la que afecta a la clase pasiva. El hecho no hace sino ratificar la perversa discriminación a la que ha sometido el régimen instaurado en 2003 a nuestros jubilados, cuya prestación promedio se ha reducido en un 25%, desde entonces, respecto del salario medio de la economía.
La vejez, hace decir  Marguerite Yourcenar al emperador en Memorias de Adriano, es “la edad en que la vida es una derrota aceptada”. No es menos cierto, sin embargo, como nos recuerda Jorge Fernández Díaz, que “los viejos son la memoria de las cosas en carne viva”.
No permitamos que, confundida por la matriz fraudulenta del discurso oficial, el espejo nos devuelva las imágenes de una sociedad conformista y claudicante, paralizada por una fatalista aceptación de la indignidad que soportan los viejos. 

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