El bochornoso episodio que nos regaló Aerolíneas Argentinas la semana pasada, merece una reflexión que trasciende largamente la contundente evidencia de lo que nos cuesta a los contribuyentes la incompetencia de los responsables máximos -RECALDE y GRANADOS-, cuyo único mérito para desempeñar los cargos que ejercen es ostentar el rótulo de "HIJO DE". Muy probablemente, entre los pasajeros afectados por la vergonzosa improvisación, se contaban muchos de aquéllos que saludaron con fervor patriótico la reestatización de la compañía, comprando de buena fe el discurso oficial que consagró aquel hecho como un hito de la recuperación de la soberanía nacional. Espero que para ellos represente una positiva experiencia, que les ayude a comprender que en nuestro país, lamentablemente, la posición frente a la opción gestión estatal vs gestión privada, no es una cuestión ideológica, que como tal admita una natural controversia, sino un dilema cuya naturaleza tiene más que ver con el grado de tolerancia ciudadana frente a la matriz estructural de saqueo a que nos somete el sistema político.
La experiencia nos enseña que dada la deliberada -y socialmente aceptada- indiferenciación entre Estado y Gobierno, la estatización es el mecanismo eficiente para transformar el objeto de la misma en botín de la política.
Por oposición, vemos como en otras geografías, por ejemplo el caso General Motors en EEUU, más allá de la opinable razonabilidad del rescate, la intervención del Estado significó un aporte verificable al saneamiento de la empresa, que ya empieza a permitir un gradual repliegue de la presencia estatal.
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