"EN TIEMPOS DE ENGAÑO GENERALIZADO, DECIR LA VERDAD ES UN ACTO REVOLUCIONARIO"

George Orwell

11 de enero de 2012

Capitalismo sin empresarios

Paul Samuelson supo decir que Argentina -junto con Japón- "no calzaba en ninguna sistematización", siendo "tan particular e impredecible, que formaba una categoría aparte". Se me ocurre que nuestra verdadera excepcionalidad no es otra que la curiosidad de declamarnos economía capitalista, careciendo de crédito y de empresarios. Al crédito me referiré en otra oportunidad. Hoy me interesa volver a referirme a los empresarios, complementando los puntos de vista volcados en mis anteriores entradas rotuladas como "Crony Capitalism"
El último viernes, La Nación publicó una nota del presidente de la UIA, que constituye una reiteración del falaz discurso condenatorio de la desindustrialización, supuestamente generada por la demonizada convertibilidad. Es cierto que nadie puede reprocharle a de Mendiguren que no haya sido consecuente con su expresión ..."eran tiempos en los que la política sólo beneficiaba a los capitales financieros en detrimento de la Argentina productiva" ..., siendo que fue uno de los tantos que vendió sus empresas y se llevó los dólares del país, como buen discípulo del visionario Néstor. Tampoco resulta desatinada su evocación a la ..."materialización del sueño perfecto que Martínez de Hoz bosquejó en los años 70"..., claro que el paralelo debió remitirlo al salvaje recorte del 30% del salario real, provocado por la megadevaluación que él mismo vino a imponer, sólo comparable a la destrucción salarial del 76. La remanida apelación a ..."la destrucción de la capacidad productiva"..., sin embargo, es tan seria como puede serlo la leyenda del lobizón. 
Como inapelablemente ilustra el gráfico que sigue, extraído del excelente trabajo de Orlando Ferreres, “Dos siglos de Economía Argentina”,
la merma en la participación de la industria en el PBI es un proceso secular de características globales, que en nuestro país lleva más de tres décadas, y cuya tendencia de largo plazo en modo alguno se acentuó en los 90, y continúa hasta hoy. Se advierte que esa tendencia  sólo se altera significativamente por las caídas cíclicas derivadas por las recesiones 1989/1990 y 2000/2002. De igual forma, se podrían agregar innumerables e incontrastables evidencias, que desnudan la falacia de la destrucción de la industria, que denuncia el jefe de la UIA en su panfleto. Según  un paper de FLACSO -insospechada de contaminación noventista- el PBI Industrial  creció un 14,6% entre 1993 y 1998 (“La industria argentina durante los años noventa: profundización y consolidación de los rasgos centrales de la dinámica sectorial post-sustitutiva”. Daniel Azpiazu, Eduardo M. Basualdo y Martín Schorr. Mayo 2001), así como Adriana Marshall expresa, en el Cuaderno N° 22 del IDES –que no es precisamente una usina del pensamiento neoliberal- que… “en los años 90 se produjo una inflexión de la tendencia general de largo plazo que había caracterizado a los cerca de veinte años anteriores, ya que aumentó la productividad industrial”… a un ritmo anual promedio para la década, del 6,4%(“Fuentes de crecimiento de la productividad del trabajo” Abril 2011).

Mucho mas dañino que el desequilibrio de la estructura económica del que hablaba Marcelo Diamand, el lastre que nos condena a la decadencia es el quebrantamiento de una perversa estructura de poder, cuyo criterio de selección de las representaciones sectoriales parece descansar en el grado de modulación con el discurso oficial antes que en la legitimidad de su caracter.






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