No hay vuelta que darle. No terminan de aprender que las expectativas tienen su propia dinámica
y no pueden modelarse según el antojo del Príncipe. Desde hace
diecisiete meses intentan domesticar el paralelo y, sistemáticamente, las
consecuencias terminan resultando opuestas a las buscadas. Parece ignorarse
que las medidas de la autoridad económica no actúan en el vacío, y que los
agentes económicos ponen en juego conductas adaptativas.
Veamos, si no, lo ocurrido con
las nuevas restricciones al uso de divisas para turismo y compras en el
exterior. Como podía esperarse, el mercado leyó las disposiciones como una
señal de agravamiento de la estrechez cambiaria, y la mayor demanda presionó sobre la
cotización del “blue”. El resultado
es que la ampliación de la brecha con el tipo de cambio oficial terminó
neutralizando el pretendido desaliento, ya que mientras la semana pasada el
diferencial entre el “dólar turismo”
y el “blue” se calculaba entre $ 5,80
y $ 7,80, hoy el gap es entre $ 6,10 y $ 8,50. Es decir que el incentivo
relativo es hoy mayor que antes.
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