“Tengo que creer en un mundo que existe
fuera de mi cabeza, creer que mis actos aún tienen algún significado, aunque yo no los recuerde”.
Con estas palabras de Leonard Shelby -su personaje central- comienza “Memento”, film de culto que Christopher Nolan presentó en el año
2000. Se trata de una película sobre la memoria y el olvido, en que valiéndose de una
originalísima fragmentación narrativa, construída mediante una concatenación
simultáneamente progresiva y regresiva, el director desarrolla la historia de
alguien que padece amnesia anterógrada, nombre con que se designa a la pérdida de la
capacidad de fijar información en la memoria. La referencia resulta inevitable, en momentos en que el extravagante rompecabezas en que se ha convertido el
culebrón de Repsol, nos muestra a su actriz principal padeciendo la misma
patología. Como el atormentado Leonard, Cristina Fernández -y su pintoresca
troupe- parecen ser víctimas de un síndrome que les impide acordarse lo que
hicieron hace apenas un rato, cuando, por ejemplo, exaltaban las virtudes de Repsol y los
Eskenazi, que ahora repudian. Para no hablar del entusiasmo con que impulsaron
la privatización de la petrolera que ahora se empeñan heroicamente en recuperar para
nosotros.
Estimulada por la atrapante peculiaridad del fenómeno, mi curiosidad dió con una interesante revelación: Según el prospecto del popular ansiolítico RIVOTRIL, entre sus efectos adversos se señala que su uso puede producir la citada amnesia anterógrada. Siendo su uso tan extendido en nuestro país, el hallazgo no sólo explicaría la extraña conducta de CFK, sino que tal vez arroje alguna luz sobre el patológico comportamiento electoral de nuestra sociedad.
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