Hace un año se abría lo que tal vez sea el enigma más difícil de desentrañar que pueda enfrentar la ciencia política: La inconciliable consistencia entre la irreparable pérdida del insustituíble arquitecto de una pretendida epopeya política -encumbrado hasta la beatificación-, con la inexplicable resurrección que esa ausencia generó en el proyecto que dejó huérfano.
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