Es tal la catarata de disparates
y mentiras que suelta a diario CFK, que ya cuesta seguirla. También hay que reconocer
el efecto fatiga que produce, ya que si en algún momento fue divertido señalar
las incoherencias de su discurso, su monótona habitualidad derivó en el natural
desinterés que genera lo previsible. Tal vez por esa razón, pasó inadvertida
una curiosa referencia que formuló el 15 de julio en la planta de Siderar en
San Nicolás, respecto a los subsidios a las tarifas del transporte público. Para
fundamentar la continuidad de una absurda política de subsidios -monto que en
el caso del transporte automotor creció más de 30 veces en moneda constante en
los últimos ocho años- recordando una
charla con empresarios, sostuvo que …..”¿Sabe qué pasa? Si yo aumento el transporte, a ustedes les van a ir a pedir inmediatamente
aumento de salarios, porque la macroeconomía de un país es eso, es el
equilibrio permanente entre todos los intereses, de los trabajadores, de los
empresarios para que funcione la máquina”… Ponderando que su
Gobierno ……”ha subsidiado y va a seguir
subsidiando, como no lo ha hace ningún otro gobierno en la región, energía y
transporte, porque tampoco podemos ignorar que todo esto ha contribuido a la
competitividad de los argentinos.”.......
Tal
vez sin advertirlo, estaba confesando que, contra lo que se manifiesta
machaconamente desde los atriles oficiales, la concepción que nutre el criterio
de subsidiar el transporte público no es la búsqueda de la equidad distributiva,
sino la necesidad de contener los costos empresarios, controversia que, por
otra parte, no es novedosa en el debate académico acerca de los subsidios.