El repliegue de uno de los big
players del negocio agrícola, es una de esas noticias a las que conviene prestar
particular atención. El aluvional crecimiento de la actividad, en particular
del complejo sojero, estuvo asociado, entre otros factores, al desarrollo de
nuevos y dinámicos actores en el proceso productivo, y de un entramado de
relaciones entre sus diversos protagonistas que ha probado ser eficiente,
emprendedor, abierto a la incorporación de innovaciones tecnológicas y a nuevas
formas de gestión del negocio, con demostrada capacidad de absorción de las
señales de los mercados y destacada capacidad integradora a nivel territorial,
dotando al factor tierra de un alto grado de maleabilidad y flexibilidad
productiva, removiendo el corset ancestral
que representaron por décadas sus estructuras oligárquicas de propiedad y
administración. La conformación de un formato de negocio de rentabilidad de doble
piso, es decir, desacoplar la explotación, de la propiedad de la tierra, lejos
de ser un pasivo del exitoso esquema, como con miopía se cuestiona desde la
mirada corta del atraso, constituyó un factor decisivo para optimizar el uso
del recurso. Así como la inexplicable política tarifaria terminó constituyendo una
hipoteca para el sector externo, la obstinación suicida de desestimar el atraso
cambiario -aún a pesar de los buenos precios- ya empieza a hacer inviable la
explotación agrícola en campos arrendados.
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