La crisis
energética es sin lugar a dudas el paradigma del latrocinio perpetrado ante la
vista de todos por la asociación ilícita que produjo la llamada “década ganada”, y representa la
principal hipoteca que grava cualquier perspectiva de crecimiento futuro. Una
política tarifaria claramente diseñada para maximizar la importación de combustibles,
permitió montar un negociado megamillonario, al amparo de la mayor
discrecionalidad y de la completa ausencia de control sobre toda la operación.
En un país normal, la oposición hubiera intentado, al menos, llevar a cabo una investigación
parlamentaria sobre tamaña tropelía. La magnitud del disparate resulta ya inocultable,
al punto que se han sentido compelidos a ensayar alguna excusa, a toda costa.
Con su proverbial desprecio por nuestra inteligencia, Cristina Fernández pretende hacernos creer que “…… el gas que nos
falta es el que se vendió a Chile…….”.
Una elemental
consulta a los datos de la Secretaría de Energía le hubiera permitido verificar
que hasta el año 2004 exportábamos a Chile 22 M de m₃ diarios, mientras que hoy
estamos importando exactamente el doble, 44 M de m₃ por día.